Texto por Rigel García

El tiempo de la fiesta trae consigo una ruptura, una salida del molde, una caída (o puesta) del disfraz. La fiesta consagra tanto como permite: hace visible, pues la ritualidad es siempre corporal. Una de las grandes paradojas del cuerpo habrá sido, precisamente, esa natural cualidad de territorio expuesto –es allí donde somos– sometida al mismo tiempo a ejercicios de poder y recurrente invisibilización. A partir de estas tensiones, María Niño ha venido desarrollando una sugerente propuesta sobre la experiencia corporal –centrada en tópicos como el ano o el erotismo en la tercera edad– con la que busca reivindicar el valor de estos ámbitos a menudo oscurecidos por prejuicios culturales.

Esta voluntad de celebración encuentra continuidad en Anito penetrable inflable, un gran inflable de plástico con forma de ano y recto humanos diseñado para ser atravesado por los espectadores. La naturaleza interactiva de esta escultura blanda convoca no sólo la experiencia del juego y el divertimento festivo, sino la confrontación directa –cual rito de paso– con los tabúes asociados a esta parte del cuerpo. Más allá, tiene lugar un particular entrelazamiento entre cuerpo y objeto –ese salirse de–, gracias a la traspolación de nociones como afuera/adentro o yo/propio/otro, así como por la toma de conciencia sobre las narrativas que segmentan la anatomía en parcelas más o menos “autorizadas”: ¿es acaso el cuerpo un objeto invisible? La ineludible cualidad sensual (visual, táctil) de esta pieza –común a todo el arte objetual– contrasta de manera contundente con la sistemática evasión de la experiencia anal a la que hace referencia: un monumento atípico erguido desde el supuesto-no-poder de nuestra vitalidad más secreta.

El Anito penetrable inflable opera entonces desde la doble condición de objeto-cuerpo y vuelve permeables las delimitaciones del individuo con respecto a su propio organismo: la interrelación (identificación, incluso) entre espectador y obra tiene lugar en una ininterrumpida y polisémica acción circular. Por otra parte, el carácter celebratorio e instalativo de la pieza cobra mayor sentido como parte de una serie más amplia, El cumpleaños de la Señora Rosa, desarrollada por Niño con base en la construcción de una identidad y un evento particulares. Desde aquí, el recurso ficcional y experiencial viene a enriquecer una ya compleja estrategia de confrontación y humor en torno a los contradictorios estereotipos sobre el cuerpo. Obra de una gran alegría –fiesta en sí–, el Anito constituye la eficaz reactualización de un imaginario que hunde sus raíces en la tradición escatológica, la iconografía marginal o la corriente pop y que, en la misma línea, supone una invitación a explorar el proceso de caída (y reconciliación) de nuestras máscaras.

Rigel García (Caracas, 1977) es investigadora-curadora del Museo de Bellas Artes de Caracas. Realizó la licenciatura en Artes en la Universidad Central de Venezuela y la Maestría en Historia del Arte en la Universidad Nacional Autónoma de México. En el Museo de Bellas Artes ha desarrollado exhibiciones principalmente con la colección de arte europeo, además de haber participado en la coordinación e investigación para los catálogos generales de las colecciones de pintura, escultura, video-arte, tapices (2005), y dibujo (2006). Anteriormente trabajó en la Dirección de Artes Visuales del Consejo Nacional de la Cultura, coordinando actividades de apoyo y la presencia de artistas venezolanos en eventos expositivos de diversa índole. Colaboró como investigadora en el proyecto Documents of the 20th-Century Latin American and Latino Art (Capítulo Venezuela), coordinado por The Museum of Fine Arts-Houston, International Center for the Arts of the Americas y la Fundación Mercantil. Ha participado en proyectos independientes en el área de curaduría, investigación documental, registro de patrimonio y escritura asociada a exposiciones y propuestas de artistas.

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